19.5.11

Matilde

¡Ven!
Descubramos cómo el corazón se desvanece
y resbala entre maullidos metálicos.
Observemos atentos cómo la vida ha llegado a su última corchea
y nos deshacemos en llantos y penas por quien se ha ido.
En realidad, amor, la vida no fallece.
La materia se transforma y las vivencias
son nuestro verdadero resultado.
¿Qué importa si fuimos co-rectos?
¿Qué importa si cabeceamos contra las paredes?
Si en realidad, cuando morimos, no morimos.
Sólo no estamos.
Nuestra existencia sigue ahí: hijos, obras, recuerdos.
Cada campanada suena distinto, pero todas se apagan.
Ya no somos dueños de nuestro espíritu.
Vivimos
en el alma de quienes nos aman.

¿Lejanía?

Me gustaría tenerte sólo un poco más cerca,
algo así como fundidos desde el pecho hasta las rodillas.
Me gustaría sentir como ese inquieto universo tuyo
se contrajera nuevamente hasta ser chispa de creación.
Quiero ver desprenderse el otoño de tu tronco
y abrigar mi desnudez hasta una nueva primavera.
Quiero acercarme sólo un poco más
y no solo sentir, sino ser tu savia, tus músculos y tu piel
hasta olvidar nuestro pasado carnal.
Me gustaría aprender que, al final de todo,
somos dos dioses fundidos desde el pecho hasta las rodillas.
Binidad.