10.6.21

Tiempo

Cuenteándonos,
como García Márquez,
sabemos el final desde el principio.
Saboreamos la derrota antes de empezar.
Condenados al tiempo. Predestinados
a vivir esperando la antología descarriada,
pulverizando certezas en la inmensidad
de un tiempo que desconocemos.


Sabemos que somos solo un chiste corto,
una interjección imperceptible que cae
a la conciencia de movimiento.
Sabemos el final desde el principio.
Tenemos el tiempo atrapado entre las manos,
pero se esfuma como si fuera de otra dimensión.
Está desfalleciente y
nosotros resignados a no mesurarlo.
A no lograr la resurrección.

Así vivimos, existimos y nos quedamos
sin poder tomar cada segundo y retorcerlo,
sin alcanzar lo que no nos es posible.
Mientras tanto,
construimos tronos para mirar
nuestra condena desde bien arriba,
permaneciendo un ratito entre el cambio,
entre transcurrires diferentes donde
quizás alguna vez pudimos coincidir.

Nos movemos apurados.
Predestinados. Nos levantamos a las 5:30
para esperar barcos creyendo que llegan
o creyendo que zarpan. Mientras
al otro lado del Estigia alguien ríe,
burlándose de nosotros.
Temporales.
Finitos.
Entes.