15.9.16

Cuento infantil

¿Te ha pasado que a veces tienes una historia fabulosa en mente, pero que al final, por falta de tiempo, no la dejas escrita? Bueno. A mí me pasa siempre que les cuento cuentos a mis hijas antes de dormir. Así que hoy he decidido prestarle más antención a este asunto y comenzar a escribir algunos para ver si algún día me hago un escritor famoso. Por lo menos hoy en día cuento con dos fans incondicionales y quizás una más que, por su poquita edad, aún no me pone a prueba. Aquí voy con algunos cuentos:

La gotita de agua.

Esta historia se trata de una gotita de agua. Pero no es cualquier gotita de agua, no no no... Ésta es una Gotita, con mayúscula, que vivía en el mar, junto a un millón de otras gotitas como ella. A esta Gotita le encantaba jugar y tenía un montón de amigas con las que hacían remolinos y corrientes marinas.

Un buen día de sol, nuestra Gotita, que estaba jugando muy cerca de la superficie, se comenzó a sentir algo rara. Tenía calor, mucho calor, y ya no podía volver abajo porque además se sentía muy liviana. Estaba pensando en cómo bajar para enfriarse cuando notó que ¡ya no estaba en el mar! La Gotita se había convertido en vapor y estaba subiendo y subiendo.

Al llegar a lo alto del cielo, Gotita se encontró con otras gotitas que, como ella, se habían calentado tanto que se hicieron vapor. Juntas formaron una linda nube que flotaba tranquila, empujada suavemente por el viento. Desde allí arriba vio cómo era la tierra, con sus bosques, sus cerros, sus campos y una que otra ciudad de los hombres. Sin embargo, Gotita extrañaba su hogar en el mar y sus amigas que se quedaron en el océano.

Gotita estaba feliz observando todo desde las alturas, cuando comenzó a tener frío. Habían llegado a la Cordillera de los Andes, que con sus laderas nevadas les cortaba el paso. Ella junto a sus amigas gotitas sintieron que se volvían líquidas nuevamente ¡y comenzaron a caer!

Rápidamente, todas las gotitas caían como lluvia pero, como hacía mucho frío, antes de llegar a la montaña se transformaron en hermosos copos de nieve. Ahora su caída era mucho más suave y Gotita se tranquilizó ya que no se golpearía tan fuerte.

Y así llegó a la cima de una montaña. Tan alta era que desde arriba Gotita creía que se veía casi todo el planeta. Ahí estuvo quietecita y blanca durante todo el invierno. Cuando llegó la primavera, el sol comenzó a calentar a Gotita, y la transformó nuevamente en una líquida gotita de agua.

Gotita resbalaba entre la nieve, y junto a otras gotitas formó un pequeño hilo de agua, que luego se unió a otro, y a otro, hasta formar un riachuelo, que se unió a otro, y a otro, hasta formar un gran río que bajaba a gran velocidad entre las montañas. Gotita estaba feliz de hacer esta aventura tan hermosa, pero siempre extrañaba su hogar en el mar y sus amigas del océano.

El río bajó hasta llegar a los campos, donde sirvió para regar las siembras. Junto a él, Gotita siguió bajando hasta pasar por casas, puentes y caminos, hasta llegar a un tramo donde había un grupo de vacas que bebían agua en la orilla. Justo cuando Gotita pasó por ahí, una gran vaca abrió su boca y dejó caer su laaaarga lengua al río ¡Iba a beberse a Gotita! Pero nuestra gotita alcanzó a escabullirse y pudo seguir su camino.

Después de atravesar muchos kilómetros de paisajes, Gotita notó que el río iba haciéndose más ancho hasta llegar a un lugar que le resultó muy familiar ¡El mar! Al verla llegar, sus amigas se acercaron e hicieron un remolino a su alrededor, y gotita se quedó felíz, en su hogar nuevamente, contándole a todas sus gotitas la increíble aventura que vivió.

Y Colorín colorado este cuento se ha acabado. Pasó por un zapatito roto, y mañana te cuento otro.