Matilde
¡Ven!
Descubramos cómo el corazón se desvanece
y resbala entre maullidos metálicos.
Observemos atentos cómo la vida ha llegado a su última corchea
y nos deshacemos en llantos y penas por quien se ha ido.
En realidad, amor, la vida no fallece.
La materia se transforma y las vivencias
son nuestro verdadero resultado.
¿Qué importa si fuimos co-rectos?
¿Qué importa si cabeceamos contra las paredes?
Si en realidad, cuando morimos, no morimos.
Sólo no estamos.
Nuestra existencia sigue ahí: hijos, obras, recuerdos.
Cada campanada suena distinto, pero todas se apagan.
Ya no somos dueños de nuestro espíritu.
Vivimos
en el alma de quienes nos aman.