26.9.21

Catulo

Óyeme, Catulo.

Funesto el ocio te será, amigo,
porque seguiste un beso con tu vida
pero tus 36,5 grados no pudieron entibiar
ese inmenso glaciar que asomaba detrás.
Te encontraste de frente con el blanco peñasco,
lo amaste mientras caías
y cada vez que elevabas tu cabeza
veías que único lugar que ansiaste,
el de ese beso,
fue una jaula de cuatro paredes
que te dedicaba canciones
y después de 20 años como siglos
aún sigues recordando.

Tu ocio nunca más fue tuyo, amigo.
Desde ahí fue suyo y tu garganta bien lo sabe
mientras se reía amable algo explotaba acá dentro.
Tu dolor rió, sentada en la cuneta del frente
como si aún hubiese amor,
y, lanzándote una mirada sin pupilas,
te miró a la cara mientras acercaba a su cuerpo otra figura borrosa.
La reina de copas lo consiguió
y tú, dos de bastos, te quedaste con el nudo y el ahogo
como invitado de honor en tu propio funeral.
Debiste haber aprendido
para haber recuperado tu tiempo.
Ese beso nunca fue tuyo, Catulo.




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